Resumen
El presente ensayo busca convocar a la reflexión y crítica del fomento de la democracia participativa en la educación secundaria. Se plantea que la mejor forma de mejorar la convivencia comunitaria se dará una vez que tanto el docente como el alumno den un mayor salto del discurso a su práctica en pro del establecimiento de relaciones más equitativas y justas que permitan
Vivenciar la democracia participativa en el aula para mejorar nuestra convivencia.
Digo: libertad, digo: democracia, y de pronto siento que he dicho esas palabras sin haberme planteado una vez más su sentido más hondo, su mensaje más agudo, y siento también que muchos de los que las escuchan las están recibiendo a su vez como algo que amenaza convertirse en un estereotipo, en un cliché sobre el cual todo el mundo está de acuerdo porque esa es la naturaleza misma del cliché y del estereotipo: anteponer un lugar común a una vivencia, una convención a una reflexión, una piedra opaca a un pájaro vivo.
Julio Cortázar
Introducción
El presente trabajo presenta un panorama reflexivo sobre la presencia de la democracia participativa en la educación secundaria como una forma de promover el pensamiento crítico. Se parte además, de que la democracia es algo más profundo, que nos permite ir más allá de sus propios estereotipos como mencionaba Julio Cortázar. En un principio, se presenta lo que se comprende por democracia participativa, después su presencia desde la práctica escolar que nos lleva a una conclusión a modo de invitación a la reflexión del tema expuesto.
Cada día somos testigos de la transformación de la presencia de los valores éticos en la convivencia social. Es común que las generaciones adultas tiendan a considerar una creciente despreocupación y descuido por parte de las generaciones jóvenes. Sin embargo, es importante considerar que estas nuevas generaciones de jóvenes, adolescentes e infantes, van generando sus propios conceptos y prácticas a partir de lo que escuchan, observan y son capaces de presenciar, ya sea en la calle, en sus casas o en la escuela.
De ahí que la respuesta desde el ámbito educativo formal requiera especial atención ante las nuevas y cambiantes necesidades de su entorno, asumiendo actitudes del pensamiento crítico como lo son: la empatía, la perseverancia, humildad e integridad intelectuales. De esta forma, la responsabilidad de que el sistema educativo forme personas con dichas características, comienza desde un espacio pequeño en tamaño pero enorme en cuanto a los significados que incluye: el aula. Es ahí donde se pueden identificar los vínculos entre sus ocupantes: maestros y alumnos, por lo que una primera forma de fomentar los valores a partir del pensamiento intelectual se encuentra en destacar la promoción de la democracia participativa
¿Qué es la democracia participativa?
Para empezar se retoma lo que Luis González (1998, 4) nos comparte sobre el término democracia, al considerarlo como “un concepto polisémico y elusivo […] en una definición unívoca, podría describirse como seguramente lo habremos leído o escuchado en múltiples ocasiones: "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". En un primer momento resulta no haber mayor complicación con esta idea, sin embargo al momento de abordarlo desde el espacio escolar, se vuelve cada vez más complejo. Por lo que este mismo autor también agrega que:
Una forma de acceder al concepto democracia es ver qué valores encierra el término, es aquí donde el abanico de alternativas se abre y se pone al descubierto la riqueza del vocablo […] Algunos de los valores que pueden incluirse dentro de este término: libertad, justicia, participación, pluralidad, respeto mutuo, tolerancia, valor cívico, solidaridad, racionalidad comunicativa, humildad. (op.cit.)
De manera que plantear una democracia participativa necesariamente nos remite a considerar un compromiso individual y social más amplio, para formar parte de las decisiones y formas de actuar, llevándonos inminentemente hacia una mejora de nuestra convivencia con el entorno.
En este trabajo, se enfatiza en los jóvenes puesto que a partir de ellos se establecen las condiciones democráticas que definirán en su futuro comunidades, de acuerdo con Krauskopf (2000, 22) se presenta un empoderamiento juvenil en su comunidad cuando son: informados, consultados, proveen información e inician la acción.
Sin embargo hoy en día, es frecuente observar en distintos rincones geográficos, realidades como la que muestra un estudio reciente con jóvenes argentinos (Clarín, 2011), en donde:
El 30% de los jóvenes (de entre 14 y 16 años) a los que se les preguntó si la democracia es la mejor forma de gobierno para la Argentina y el mundo, respondió: “A veces sí, a veces no”. El 25% dijo que no lo sabía, mientras que el 5% aseguró que no es el mejor sistema.
40% dice que es mejor para el país que existan muchos partidos políticos; el 20% que exista un solo partido y el 35% no sabe. 50% afirma que deberían gobernar el país los políticos que vota la gente; el 30% dice “los que más saben”; el 5%, “unos pocos”.
90% le interesa lo que pasa en el país y el 75% lo habla, la mayoría con su familia y amigos. Otros, con docentes.
Observando que en los jóvenes predomina la relación de la democracia con la vida política de su país, pero habría que considerar ¿qué está pasando en sus centros escolares?
En relación con ello, la UNESCO ha llegado a considerar que “la educación para la democracia implica el empoderamiento de todos los individuos para participar activa y responsablemente en todos los ámbitos de la vida política y social” (Prieto, 1). De manera que si hablamos de una educación formal, la responsabilidad de la democracia participativa se dará a partir de los maestros, estudiantes y padres de familia, como sus integrantes directos. En este caso, como ya se ha expuesto centraremos la discusión en las relaciones democráticas entre los maestros y estudiantes de nivel secundaria.
La democracia participativa, del discurso a la práctica escolar.
Contamos con la idea de que en la etapa secundaria que el estudiante comienza a sentir la necesidad de ser tomado en cuenta en las decisiones escolares, de ser tratado equitativamente y a preocuparse por lo que sucede en su entorno social. Aunque como hemos visto en el apartado previo, las pocas posibilidades que se les ofrece en la práctica escolar, han llevado a los jóvenes a rechazar ideas como la democracia o en el mejor de los casos, replantear su práctica.
Ante ello, una forma de atender la relación social de los estudiantes de secundaria a partir del currículo se da mediante la asignatura Formación Cívica y Ética I y II, a evidentemente el fomento de la democracia participativa no termina en una asignatura, en este caso se plantea desde la misma porque de manera clara hay un trabajo directo en sus contenidos.
En un estudio de campo presentado por Aurora Elizondo (2007, 245) se indica que “los jóvenes sostienen que les gusta la clase de educación cívica y ética y que ahí, mediante distintas dinámicas, han aprendido a dialogar, a argumentar; sin embargo, no ven fácil trasladar este aprendizaje a su vida cotidiana”. Las dificultades quizás se deban a que
la escuela, como espacio formativo, está llena de pequeños ordenamientos que no son respetados y que son aplicados con una falta de consistencia sistemática, en la que las reglas se van ajustando a intereses, deseos y necesidades del contexto institucional y de la maestra en particular. (Sandoval en Elizondo op.cit.)
De esta forma vamos encontrando que un aspecto evidenciado en diversos estudios, se refiere a las inconsistencias existentes entre lo que se dice y lo que se hace. Pues por una parte la escuela se plantea como una promotora de los valores democráticos, pero por otra las relaciones establecidas al momento de tomar decisiones, calificar trabajos, realizar actividades culturales o académicas, demuestran cierto empoderamiento por parte del docente que lleva a que los jóvenes lejos de encontrarse en una democracia participativa se ubiquen en una relación autoritaria.
En este sentido, Roberto Velásquez (1997) manifiesta que:
cabe preguntarse si realmente el estamento docente posee una cultura participativa que transmitir a sus alumnos y alumnas, y una formación didáctica en técnicas y estrategias participativas que posibilite dicha transmisión, o si, por el contrario, la escasa preocupación que en general existe entre los profesores por fomentar y facilitar la participación de los alumnos constituye, no tanto una desidia profesional consciente, sino más bien un reflejo de sus limitaciones técnico-pedagógicas, y, sobre todo, de sus valores personales y de su cultura profesional.
Esto permite que quienes nos encontramos frente a grupo reflexionemos sobre lo que estamos haciendo a partir de nuestro compromiso y cultura profesional propios, valorar en un primer momento nuestra propio desempeño democrático y sí a partir de lo que estamos o no estamos haciendo hemos ido generando el espacio adecuado para que los estudiantes se desenvuelvan con la empatía, integridad, humildad y perseverancia intelectuales de manera adecuada.
Como bien apuntaba Ortega y Gasset "una sociedad no se constituye por acuerdo de voluntades. Al revés: todo acuerdo de voluntades presupone la existencia de una sociedad, de gentes que conviven" (Naval: 2003, 2)
Es así como el título de este ensayo debe cobrar sentido en nuestros espacios escolares: “Vivenciar la democracia participativa en el aula…”, vivenciar significa comprometerse con los hechos, ser congruentes con el actuar y procurar que los contenidos de la clase no se queden en el discurso. La realidad es que hemos ido generando desconfianza en nuestro entorno por esa falta de pensamiento crítico en donde como individuos nos comprometamos con los otros, esos otros que tienen rostro, tienen nombre, expectativas e ideas.
Como docentes de secundaria, tendemos a concebir que el estudiante es demasiado joven para debatir o cuestionar su realidad, sin embargo hemos sido nosotros quienes al predeterminarlos generamos la “profesía autocumplida” en donde efectivamente, el estudiante se convierte en un ser apático, poco participativo, con relaciones sociales mayormente individualistas que colectivas.
Y aunque en estos momentos lo escrito se encuentra en la fase discursiva, la idea es que el lector se plantee ¿cómo hacer que nuestros jóvenes vivencien la democracia participativa? Las respuestas serán variadas pero queda en nosotros mismos su puesta en práctica, entonces podremos decidir qué tan validos o incoherentes resultan ciertos métodos e instrumentos.
Como se ha mencionado al principio, el aula es un espacio sumamente rico en experiencias significativas, ahí mismo se marca la diferencia. Ha de quedar claro al lector, que no se trata de tener encerrados a los estudiantes en cuatro paredes. El establecimiento de dinámicas de participación social y comunicación con nuestros estudiantes son un primer paso para conocer sus intereses, el no volvernos tan dependientes del libro de texto oficial será otro para generar nuestros propios recursos visuales o auditivos de acuerdo con nuestros contextos de manera que se trascienda hacia una convivencia cotidiana más sana.
Conclusión
De esta forma una vez presentado un panorama, sirva al lector la experiencia personal y profesional del autor de este escrito pues este tema ha surgido a partir de la misma práctica frente a grupo en una comunidad de la mixteca oaxaqueña. La comunidad donde trabajo desde hace año y medio, no se rige bajo un sistema político de partidos sino bajo el mal llamado sistema de “usos y costumbres”. Un primer rasgo que difícilmente se distingue en el currículo oficial. Además, de que los estudiantes son bilingües, emplean tanto el mixteco como el español dentro y fuera del aula. Cuando se habla de democracia con ellos, se necesita trascender la idea de elecciones que tanto se enfatiza en los contenidos oficiales. En su realidad, aunque cada vez más cambiante, las mujeres participan poco pues hay una superioridad del hombre, de manera que sus relaciones más directas carecen de esta idea de democracia participativa.
Y aunque el panorama es inquietante, representa amplias posibilidades de aplicar un sistema de democracia participativa en el aula que fomente el pensamiento crítico en los estudiantes. ¿Cómo? Reconociendo primeramente las limitantes y alcances que se tienen como docente, además de aceptar sin intentar erradicar sus formas de convivencia.
Hasta el momento, se ha logrado establecer confianza para preguntar, dudar y compartir cualquier tipo de idea. Se han hecho proyecciones de cine para debatir otras realidades, además de dinámicas de trabajo para mejorar su comunicación y respeto. Quizás esto no demuestre al lector la profundidad del trabajo pero le de pie a considerar su realidad más próxima, ¿cómo fue o es su experiencia como estudiante? Y si ahora se encuentra como docente ¿qué está haciendo para cambiar o mejorar su convivencia?
Referencias
Clarín. “El 55% de los alumnos duda de que la democracia sea el mejor sistema”. Recuperado el 11 de mayo de 2011 de http://www.clarin.com/sociedad/alumnos-duda-democracia-mejor-sistema_0_478752230.html
Elizondo H.A., Christiansen A.S., & Ruíz A. D. (2007). Democracia y ética en la escuela secundaria. Estudio de caso [versión electrónica]. Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. XII, núm 32, Enero-Marzo, 243-260. Recuperado el 09 de abril de 2011 de http://www.comie.org.mx/v1/revista/visualizador.php?articulo=ART32012&criterio=http://www.comie.org.mx/documentos/rmie/v12/n032/pdf/N032L.pdf
González, M. L. (1998). Educación, valores y Democracia. Revista “Sinéctica”, N° 12, Enero-Junio. Recuperado el 07 de Junio de 2011 de http://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/EDUCACION%20y%20DEMOCRACIA.pdf
Krauskopf, D. (2000). “Participación social y desarrollo en la adolescencia”. Fondo de Población de las Naciones Unidas UNFPA/FNUAP, 2ª Edición, San José, Costa Rica. 28p. Recuperado el 11 de mayo de 2011 de http://www.sasia.org.ar/sites/www.sasia.org.ar/files/Participaci%C3%B3n%20Social%20y%20Adolescencia%20Dina%20Krauskopf_0.PDF
Prieto, M. (s/f). Educación para la democracia en las escuelas: un desafío Pendiente. En Revista Iberoamericana de Educación. Recuperado el 05 de Junio de 2011 de http://www.rieoei.org/deloslectores/497Prieto.pdf
Naval, C. (2003) Democracia y participación en la escuela, Anuario Filosófico, XXXVI/1, pp. 183-204, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra. Recuperado el 05 de Junio de 2011 de http://www.sociedadyeducacion.org/modificables/docsdocumentacion/educacionciudadania/b1.pdf
Velázquez B. R., (1997). La participación del alumnado en los institutos de educación secundaria: una aproximación a su realidad. Revista Iberoamericana de Educación, núm. 15 Micropolítica en la Escuela, Septiembre-Diciembre. Recuperado el 13 de abril de 2011 de http://www.oei.es/oeivirt/rie15a03.htm